La reflexión de una misionera tras salir de Sudán del Sur y vivir en un exilio.
Estamos a punto de entrar en el tiempo de Cuaresma y el Papa en su mensaje nos recuerda que es un "tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado... cada uno de nosotros los encontramos en nuestro camino. Cada vida que encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor". Por esto queremos compartir con ustedes la reflexión que ha enviado esta misionera comboniana desde "su exilio". Deseamos que les ayude para que en esta Cuaresma puedan abrir los ojos, ante los más débiles y acogerles y hacer suyas las palabras del Santo Padre "El otro es un don"
Reflexión de una misionera comboniana que vive y acompaña a los hermanos de Sudán del Sur en su exilio
"¡Bendito sea Dios! Hago memoria de la Palabra divina que hoy me ayuda a leer esta nueva realidad de "exilio": Todos los mandamientos que yo os prescribo hoy, cuidad de practicarlos, para que viváis, os multipliquéis y lleguéis a tomar posesión de la tierra que Yahveh prometió bajo juramento a vuestros padres. Acuérdate de todo el camino que Yahveh tu Dios te ha hecho andar durante estos cuarenta años en el desierto para humillarte, probarte y conocer lo que había en tu corazón: si ibas o no a guardar sus mandamientos.
Exilio es una palabra grávida de significado
teológico, en la tradición bíblica esta dinámica es importante:
Salida = éxodo Experiencia del desierto =
exilio Entrar en la tierra prometida
= retorno
La salida, el éxodo tiene lugar a toda
prisa, hay angustia, miedo, no hay completa lucidez de lo que está sucediendo.
El tiempo es limitado y se intenta llevar consigo todo lo posible, se
selecciona aquello que se considera importante para la vida. En la prisa y en
el pensar a las cosas, se pierde un poco la consciencia de lo que realmente se
está dejando atrás, de lo que está sucediendo en lo profundo del corazón. Ignoramos
de hacernos ciertas preguntas: Qué cambio de vida es necesario actuar de ahora
en adelante? Qué es necesario que muera para que una nueva vida surja? Con la falta
de consciencia se corre el riesgo de la superficialidad: se llega a la nueva destinación
con las cosas de antes y se intenta reconstruir una rutina como la de antes sin
darnos cuenta de la ruptura, y que la continuación es mas imaginaria que real. Intentamos
adaptar lo viejo a lo nuevo, el pasado al presente como quien quiere llenar la
brecha que se ha creado entre la salida y la entrada en una nueva tierra.
La
salida es un pasaje dramático y es necesario profundizar su significado y escuchar
el propio corazón, reflexionar y darse cuenta de lo que está sucediendo dentro
y fuera de nosotros, se necesita lucidez de mente y de corazón para comprender
las implicaciones de la salida; porque no hay entrada en la tierra prometida
sin antes experimentar el drama de la salida y la privación. El exilio no es el automático
transferirse de una región a otra o de un régimen político a otro. El exilio es
la situación interna de nuestro corazón, de nuestra humanidad cuando no somos
capaces de estar juntos y vivir en armonía. Exilio es la condición de cada uno
de nosotros cuando no somos capaces de reconocer en el otro, otro yo.
La experiencia del desierto es
oportunidad de un nuevo aprendizaje: Dios guía a su pueblo en el desierto y lo
pone a la prueba, para conocer lo que había en su corazón,
exilio es condición de posibilidad para aprender el buen vivir. En el exilio
Dios reeduca nuestro corazón para que podamos aprender de nuevo a amar, a vivir
en armonía y para que seamos capaces de reconocernos como pertenecientes a la
misma familia humana.
Entrada en la tierra prometida/ retorno: Yahveh tu Dios te conduce a una
tierra buena, tierra de torrentes, de fuentes y hontanares que manan en los
valles y en las montañas, una tierra de trigo y cebada, de viñas, higueras y
granados; tierra de olivas, de aceite y de miel. Comerás hasta hartarte, y
bendecirás a Yahveh tu Dios en esa tierra buena que te ha dado. Guárdate de
olvidar a Yahveh tu Dios descuidando los mandamientos, no sea que cuando comas
y quedes harto, tu corazón se engría y olvides a Yahveh tu Dios que te sacó del
país de Egipto, de la casa de servidumbre. No digas en tu corazón: «Mi propia
fuerza y el poder de mi mano me han creado esta prosperidad».
Y cuando llegas y entras a la tierra prometida, tampoco sucede de modo automático, entrar es tan dramático como salir. Hay
que estar atento para captar la gratuidad del don recibido y del donador, don
que ha de ser descubierto y valorizado. Alardear de nuestras propias fuerzas es
orgullo que nos impide de reconocer y bendecir al Señor, y nos conduce a
olvidarlo. El orgullo genera la murmuración, el malcontento, el rechazo de lo
nuevo y la reivindicación de los propios derechos y la afirmación de sí mismos.
En la tierra prometida se entra en
calidad de huéspedes, con la humildad de
quien acepta un don, se entra con la conciencia de tener que aprender de nuevo a
vivir bien con todos, a amar y a reconocer a Dios y a los demás, es el retorno
a la unidad originaria del Edén... que así sea! "
Nosotros hoy rogamos por este Pueblo y por tantos misioneros que permanecen junto a él y les invitamos a que hagan lo mismo #oremosXmisioneros.
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