Carta Pastoral para el MME

BAUTIZADOS Y ENVIADOS
LA IGLESIA DE CRISTO EN MISIÓN EN EL MUNDO
Octubre 2019. Mes Misionero Extraordinario





Queridos Hermanos y Amigos todos:


Si cada mes del año tiene en la vida de la comunidad cristiana una connotación por un tema o iniciativa singular en la vida de la Iglesia, el mes de Octubre queda calificado como el Mes Misionero. En él siempre celebramos el Domingo Mundial de la Propagación de la Fe, el DOMUND.


El Santo Padre Francisco nos ha propuesto para este año 2019 un modo singular de vivir de modo creyente el Mes de Octubre. Ya en 2017 anunció la celebración de un Mes Misionero Extraordinario, y nos explicó el motivo de la elección: El 30 de noviembre de 2019 se cumplirá el centenario de la promulgación de la Carta apostólica Maximum illud, con la que Benedicto XV quiso dar un nuevo impulso al compromiso misionero de anunciar el Evangelio. Corría el año 1919 cuando el Papa, tras un tremendo conflicto mundial que él mismo definió como una «matanza inútil», comprendió la necesidad de dar una impronta evangélica a la misión en el mundo, para purificarla de cualquier adherencia colonial y apartarla de aquellas miras nacionalistas y expansionistas que causaron tantos desastres. «La Iglesia de Dios es católica y propia de todos los pueblos y naciones», escribió, exhortando también a rechazar cualquier forma de búsqueda de un interés, ya que sólo el anuncio y la caridad del Señor Jesús, que se difunden con la santidad de vida y las buenas obras, son la única razón de la misión.1


Han pasado cien años, y han cambiado las circunstancias y los motivos por los que se hace necesario impulsar el compromiso misionero de la Iglesia. A lo largo de este siglo trascurrido ha sido constante la insistencia del Magisterio en recordar, proponer de nuevo, animar el vigor del deber misionero. Las primeras palabras de la Constitución Apostólica Humanae Salutis, con la que San Juan XXIII convocó el Concilio recogen el mandato misionero de Jesús: El Reparador de la salvación humana, Jesucristo, quien, antes de subir a los cielos, ordenó a sus Apóstoles predicar el Evangelio a todas las gentes, les hizo también, como apoyo y garantía de su misión, la consoladora promesa: «Mirad que yo estoy con vosotros todos los días hasta la consumación de los siglos» (Mt 28,20). Es toda la celebración del Concilio Vaticano II, y en él el Decreto Ad Gentes, el recordatorio más importante.


San Pablo VI, fiel a la línea propuesta por el Concilio, a los diez años de su clausura y como conclusión de la III Asamblea del Sínodo de los Obispos, que se había consagrado a tratar el tema de la evangelización, publicó la Exh. Apostólica Evangelii Nuntiandi. En ella, subrayando que los objetivos del Concilio se resumen, en definitiva, en uno solo: hacer a la Iglesia del Siglo XX cada vez más apta para anunciar el Evangelio a la humanidad del siglo XX (EN 2), nos dejó la expresión más recordada y hasta radical del deber misionero: Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar (EN 14).


Unas expresiones de esta misma Exhortación Apostólica serán recogidas por San Juan Pablo II en su Encíclica Redemptoris Missio, hablando de las dificultades internas al Pueblo de Dios que tiene la missio ad gentes en el momento presente: Mi predecesor Pablo VI señalaba, en primer lugar, «la falta de fervor, tanto más grave cuanto que viene de dentro. Dicha falta de fervor se manifiesta en la fatiga y desilusión, en la acomodación al ambiente y en el desinterés, y sobre todo en la falta de alegría y de esperanza» (EN 80) (RM 36).


Junto a los gritos de ánimo y estímulo que aparecen numerosos y multiplicados en San Juan Pablo II, Benedicto XVI y el Papa Francisco, nos hace bien tener presente esta llamada a superar la falta de fervor, la fatiga y la desilusión. Benedicto XVI hablaba del cansancio de ser cristianos que experimentamos en Europa, con el contrapunto de llamar a la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid medicina contra el cansancio de creer. También hoy -nos recordaba en la Carta Apostólica Porta Fidei con la que convocaba el Año de la Fe- es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. El compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar.


El Magisterio del Papa Francisco está marcado por la Exh. Apostólica Evangelii Gaudium, su documento programático, en línea fiel con los anteriores Pontífices: La actividad misionera «representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia»(RM 40) y «la causa misionera debe ser la primera».(RM 86) ¿Qué sucedería si nos tomáramos realmente en serio esas palabras? Simplemente reconoceríamos que la salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia. (EG 15). Es sumamente enriquecedor repasar meditando y orando el texto de la Evangelii Gaudium seis años después de su publicación, repasando en ella también las Tentaciones de los agentes pastorales, el Sí al desafío de una espiritualidad misionera, y el No a la acedia egoísta y al pesimismo estéril (EG 78-86).


Todo esto es lo que podemos y debemos vivir y revivir a lo largo de este Mes Misionero Extraordinario, que abriremos el 1 de Octubre en la Parroquia de Santa Teresa del Niño Jesús de Las Palmas de GC. El Secretariado de Misiones nos facilitará el programa del mes. Lo viviremos en los lugares anunciados, pero también en cada una de las Parroquias, con las iniciativas de todos. Que el Señor nos bendiga con su amor y nos llene de amor mutuo.


Mons. Francisco Cases.


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