Día 1. Aterrizando en Mozambique
Después de casi 48 horas, desde que salimos de
casa, unas 18 horas de vuelo, 19.000 kilómetros, una noche en el avión, una
noche en el aeropuerto de Johannesburgo, un día con temperaturas de 45 grados,
otro con temperaturas de 5 grados, incluso menos, y con un cansancio con el que
no podíamos más, pues llegamos ayer a Songo, el punto final de nuestro camino y
principio de nuestra experiencia misionera. En Tete, el aeropuerto de la
provincia donde se encuentra Songo, nos esperaba Manolin, nuestro misionero canario,
que ha sido la persona que ha hecho posible que esta experiencia tenga lugar.
Después de los abrazos y de las pertinentes burocracias propias de estos
lugares en los que todos son pegas o excusas para quedarse con algo, pues
parece ser que hemos empezado con muy bien pie y logramos pasar todo aquello
que generosamente desde nuestra Diócesis hemos traído, desde materia escolar,
litúrgico, médico, juegos, un sinfín de cosas, que se ha acercado casi a los
300 kilos y eso es un gran regalo para todos.
mundo. Todo ese cansancio, toda esa
distancia, todo ese kilometraje que hemos hecho, ayer mereció la pena cuando
llegamos y vimos a la comunidad acogiéndonos, a la comunidad diciendo “Bem vindos
canarios”, bienvenidos canarios. Niños, jóvenes, adultos, todos, todos, todos
están esperándonos con los brazos abiertos pero creo que con el corazón mucho
más abierto todavía.
Ese momento de encuentro entre la Diócesis de
Canarias y la Diócesis de Tete ambos representados por personas de Canarias,
por Manolín desde aquí y por nosotros seis desde Canarias, fue un momento que
creo que para todos los que lo vivimos que va a pasar a formar parte de los
grandes recuerdos que vamos a guardar en nuestro corazón para toda nuestra
vida. Después vino la celebración eucarística que sirvió para dar gracias por
parte de la comunidad y por parte nuestra por esta nueva experiencia que vamos
a compartir. Y después vinieron las presentaciones en un portugués algo torpe,
en el que estamos aprendiendo marchas forzadas para poder comunicarnos mucho
con las personas con las que vamos a compartir.
Nos presentamos los seis, Norberto, Mildred,
Félix, Gabriel, Faina y Luis, el que les habla. Momentos otra vez de emoción,
momentos de aplauso, momentos de caras que nos mostraban su felicidad al que
alternamos entre nosotros pero yo creo que la nuestra era mucho mayor. Y
también de sorpresa porque creo que ninguno de los que estábamos allí
esperábamos tal acogida.
Hemos
sentido que Jesús a través de estas personas de Songo, de la iglesia de San
José, a la que Manolín y Baba Alberto, otro misionero que lleva con la gente de
Mozambique 67 años, pues como decía una bienvenida, una iglesia que nos
ha hecho sentir que Jesús en esta iglesia de Mozambique también está muy muy
muy presente. Los cantos, la alegría, la liturgia, todo nos habla de una iglesia
africana llena de vida, llena de vitalidad, llena de una espiritualidad que
aunque desde aquí a lo mejor veamos que no es como la nuestra, es una
espiritualidad que camina por delante de nuestra en muchos sentidos,
especialmente el de la alegría, esa alegría que hemos perdido en nuestras
celebraciones cotidianas. Es una invitación a que cuando volvamos para allá
intentemos llevar parte de esa alegría a nuestras comunidades.
Esperamos que así sea. Pues un día que termina o terminó lleno de emociones y que nos abría las puertas a esta experiencia misionera que todos deseamos salga muy bien, sea de gran provecho y nos sirva para hacer crecer esa vocación misionera que llevamos.