Día 12 Un gran regalo de Dios.
Otro día que termina en Songo, en nuestra experiencia misionera. Hemos comenzado la última semana aquí, y la palabra "última" nos está empezando a pesar. Hoy, igual que la semana pasada, nos hemos sumergido en las actividades de voluntariado en las diversas realidades que lleva adelante la comunidad de San José Obrero.
Nos dividimos de nuevo en pequeños grupos. Uno se dirigió al internado y el otro a la escuela. Todos llegamos contentos, muy felices del trabajo realizado. Ya en esta segunda semana, notamos que la confianza, la cercanía y el cariño con los niños y niñas se está afianzando. Ahora se acercan a nosotros con total confianza y ganas de divertirse. Nos buscan para jugar, pasear y recibir carantoñas. Hoy, en la evaluación, hablamos de esto: estamos disfrutando de una experiencia fantástica, un gran regalo de Dios, en el que lo mejor son las personas.
Empezamos por las personas que encontramos cada día: educadores, profesores, el alumnado, las hermanas... Un largo etcétera. Seguimos con los jóvenes que pasan mucho tiempo con nosotros y con los niños y niñas que asisten a la Eucaristía de la tarde y luego continúan su formación de acólitos. Es algo llamativo, ya que, después de terminar las clases, vienen, participan en la Eucaristía y se quedan una hora más para esta formación. Aquí en Songo, la vida nocturna es diferente, y la hora de acostarse es bastante más temprana que en España.
Hoy, algunos comimos en el internado y otros aquí. Por la tarde, volvimos a nuestras otras actividades. Un grupito participó con Cáritas y quedó impresionado al ver cómo, al salir de la calle principal, todo cambia radicalmente. De estar en un lugar con comodidades similares a las europeas, se pasa a un entorno totalmente distinto a solo 10-15 metros de distancia.
En Cáritas, conocimos situaciones muy difíciles y compartimos tiempo con los voluntarios. Nos llamó la atención que estos voluntarios, muchos de ellos maestros, dedican su tiempo libre a ayudar a los más necesitados, orientándolos y animándolos a mejorar sus vidas.
Los que estuvieron en la cárcel continuaron con las artesanías. Hoy sacamos adelante muchas pulseras y llaveros que queremos vender para recaudar fondos para comida y productos de primera necesidad. Siguiendo las instrucciones de lo que pedían, repartimos pasta dentífrica, cepillos de dientes y pastillas de jabón, que aquí son más grandes. Antes de dar estos artículos, los funcionarios pidieron que se sentaran y les explicamos de dónde venían. Con apenas 150 euros, logramos atender a 60 personas. Cuando explicamos esto, los presos estallaron en aplausos y gritos de alegría, incluso dedicando algunos vítores al padre Manolo, como llaman a Manolín. Fue un momento conmovedor.
Es maravilloso ver que, a pesar de su complicada situación, estas personas tienen ganas de mejorar. Hablan de sus sueños cuando salgan de allí: casarse, formar una familia, tener un trabajo... lo que todos deseamos para nuestras vidas.
Terminamos el día compartiendo la cena y haciendo nuestra evaluación, que acabamos de terminar. Si tuviese que buscar una palabra que englobara todo lo que hemos dicho sería "gracias". Gracias a Manolín por permitirnos vivir esta experiencia, gracias al grupo por compartir cosas profundas y personales, y sobre todo, gracias a Dios por este gran don.
Ha sido un día bonito, fantástico en todos los sentidos, con mucho cansancio acumulado. Nos levantamos a las 6 y nos acostamos un poco más tarde de esta hora, pero todo vale la pena. Durante estas tres semanas, nuestra vida es diferente, pero nos está permitiendo disfrutar de todo esto.
Un saludo desde Songo, Mozambique. Que Dios los bendiga.